
Durante la celebración de la Misa, siguiendo las lecturas que fueron del tercer domingo de cuaresma. La invitación del padre celebrante fue a escuchar a Jesús que nos pide a nosotros de beber, pero sabiendo que nuestra agua no sacia su sed, Jesús nos ofrece “Agua Viva”. En ese momento vino a mi mente aquella otra ocasión en la que Jesús Tiene Sed (cuando esta clavado en la cruz). El sacerdote nos invitaba a pedirle a Jesús “Agua Viva” para nuestra vida, y nos invitaba a no rechazar el “Agua Viva” que Jesús nos ofrece.
Yo me preguntaba que cosas nos cansan y nos dan sed? Recordé lo difícil que fue para mi empezar a estudiar y hablar otra lengua como el Ingles, y ahora el cantones. Estudio que me agobia y agota psíquica y anímicamente. Durante la Misa un grupo juvenil amenizaba la celebración con cantos e instrumentos, por unos momentos mire a los jóvenes y el entusiasmo y sentimiento con el que cantaban, alababan y nos motivaban para elevar nuestro espíritu y corazón a Dios. Hubo un momento que recordé aquellas veces que yo cantaba y alababa a Dios en mi comunidad, cuando yo era parte del coro de mi comunidad. Reflexione y me di cuenta que estaba sintiendo lo mismo que Jesús aquella tarde, yo también estaba sediento. Sed de sentir su presencia en la Celebración Eucarística, Sed de fe y confianza en El, Sed de ayuda de Jesús, pues con el estudio del idioma se me olvidaba vivir y celebrar con fe el sacrificio eucarístico, me di cuenta que mi Fe estaba en peligro y desde luego mi vocación. El estudio y tareas del idioma me robaba la oportunidad de vivir mi fe, mi entrega y mi encuentro con Jesús.

Al terminar la Misa mis ojos estaba llenos de lagrimas porque me sentí vacio; descubrí que mi vocación y deseo de entregar mi vida a la labor misionera estaba sedienta de esa “Agua Viva”, de Jesús presente en la Eucaristía. Descubrí que nuestra vida de fe y vocación peligran cuando otras cosas interfieren en nuestro encuentro con Dios. La fe y vocación peligran cuando nos preocupamos por hacer mucho pero sin buscar y profundizar en el encuentro, unión e intimidad con el Dios que sacia nuestra sed y renueva nuestras fuerzas para seguir trabajando en la construcción del Reino.
Así que agradecí a Dios el haberme hecho ver el vacio espiritual de mi vida y le pedí que me permitiera nuevamente descubrirlo y unirme a El en la oración persona. En el sacrificio eucarístico. No dejemos que otras cosas, por muy buenas que sean en nuestra vida nos aparten del encuentro con Cristo. No expongamos nuestra fe y vocación al peligro de la soledad y el sin sentido de trabajar por el Reino de Dios.
Fernando Salazar Casango, Seminarista MG en Hong Kong.