Mudo por el Reino

“Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis. Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano. Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que quiere decir: «Abrete. » Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente.” Mc. 7:31-35

Cada una de las misiones de Asia donde estamos trabajando presentan múltiples retos y dificultades, entre ellos uno que más resalta es el hecho del hablar el idioma local, esa primera herramienta que nos auxiliara en la proclamación y predicación de la Buena Nueva en medio de la comunidad de creyentes, así como en aquellos cuyo corazón está dispuesto a recibir el mensaje de salvación por vez primera.


Cuando me encuentro estos pasajes del evangelio donde Jesús realiza el milagro a algún discapacitado, imagino mi situación personal desde mi arribo a esta misión hasta el día de hoy y realmente se puede decir que el Señor ha ido desapareciendo, aunque no siempre con la rapidez que yo quisiera y con la delicadeza que esperara, el “defecto” de mi lengua. Los años en la escuela de idioma fueron básicos e importantes, pero aun más lo fueron esos momentos de contacto con la gente dentro y fuera de la parroquia, católicos y no católicos por igual me ayudaron, no sin dejar de ponerme ruborizado en más de una ocasión ante el error o con un semblante sonriente ante el acierto.


En los años posteriores llego mi tiempo de continuar los estudios en el Seminario de la Diócesis (Seminario del Espíritu Santo) donde aprendí mas expresiones en el día a día, al lado de mucha gente siempre dispuesta a ayudarme en la preparación de las lecturas de la eucaristía o las oraciones matutinas; verdaderamente fueron un gran soporte en todos los aspectos durante mis tres años de estancia en ese lugar. Ahora el reto continua con mayor exigencia, pues a pesar de casi seis años desde mi arribo a la misión, continuo aprendiendo el idioma Cantones en lo cotidiano, en la vida de la gente, fuera de las paredes de una aula, pero al mismo tiempo exige un esfuerzo extra-académico para sentirse menos “mudo” para comunicarse.


El sentimiento al ser incapaz de compartir tus ideas puede ser agobiante los primeros seis años (y los siguientes restantes también), pero al final de todo el esfuerzo desgastante al termino de la jornada, vale la pena ver como el Señor sigue haciendo milagros en medio de nosotros. Que Jesús siga llamando mas y mas “mudos” al servicio del Reino en Asia.


Bienvenidos a la Misión.
D. Gonzalo García Duran, MG.
P.D. Si el perro es el mejor amigo del hombre, el diccionario es el mejor amigo del misionero.